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Feria de Alasitas & El Ekeko – La Paz

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Feria de Alasitas – La Paz

La feria de Alasitas es una tradición de la ciudad de La Paz. Se remonta a antiguas tradiciones Aymaras que después de la colonia se convirtieron en prácticas religiosas, respondiendo a ese habitual sincretismo que caracteriza a los ritos y costumbres de América Latina. En realidad, inicialmente el dios precolombino Ekeko de la fiesta estaba desnudo, pero los españoles lo vistieron con ropa de los mestizos.

Alasitas, que en Aymara significa “comprame”, es una feria en la cual originalmente los indígenas intercambiaban miniaturas, productos agrícolas, piedras circulares de colores o con alguna particularidad. El intercambio se practicaba con alegría y con la esperanza de tener, durante el año, los productos adquiridos. La celebración se realizaba el 20 de octubre pero en 1781 Sebastián Segurola estableció que la feria de la Alasita sea el 24 de enero para celebrar el fin del cerco de los indígenas a la ciudad de La Paz el cual duró muchos meses provocando escasez de alimento en la ciudad, de esta forma la Alasitas (fiesta de la abundancia) significó el fin de tan largo periodo de hambre y necesidad.

Alasita es una gran fiesta de deseos y aspiraciones. La tradición establece que uno compre una miniatura de lo que más le haga falta en el año que cursa. Es necesario asistir a la feria al medio día y que un yatiri (hechicero y curandero) ch’alla (bendiga) las mismas, además los asistentes a la Alasita pasan por la iglesia más cercana o de su preferencia para hacer bendecir las miniaturas que han comprado. También funcionaría si las miniaturas le son regaladas a uno para que, por arte de magia, se hagan realidad.

Billetitos réplicas casi exactas de Bolivianos, Dólares y Euros, emitidos por el imaginario “Banco Central de la Fortuna o de Alasitas”, para que no falte el dinero; latas de conservas, bolsas de harina, azúcar, arroz, y todo tipo de productos alimenticios, para abastecer el hogar; maletas, con o sin papeles, pasaportes, visas y billetes de avión para viajar; gallitos o gallinas de artesanía, para conseguir novio o novia; materiales de construcción, maquinaria y equipo, para terminar la casa; autitos, taxis, flotas (buses), camiones y camionetas, para tener un vehículo, títulos, postgrados y maestrías, para lograr una profesión académica; además de contar con registros civiles (de mentira) donde uno puede casarse, divorciarse o sacar su certificado de defunción, títulos de propiedad, Casas de 2 o tres pisos o edificios completos, para augurar una buena compra e infinidad de miniaturas interesantes capturan la atención de la población.

Todos los años en esa fecha los periódicos sacan en circulación los «periódicos de Alasitas» de tamaños minúsculos que a modo de sátira y burla toman como noticia y estelar al Ekeko y se burlan de manera jocosa de los políticos y de la gente «importante» o conocida de los medios y la farándula. Al Ekeko hay que regalarles sus miniaturas para que cumple los deseos pedidos, y también darle un cigarrillo de fumar cada lunes y un poco de alcool.

Además se pueden encontrar comidas típicas de la feria entre las que destacan: el “plato paceño” (choclo, habas, papas y queso), el anticucho y otros platos criollos. Galletas de todos los sabores, manzanas endulzadas, la infinita variedad de platos típicos del occidente de Bolivia y una variedad de juegos populares como los futbolines o los dardos o los rifles de aire aseguran una diversión sin límite.

La feria de Alasitas es una de las muchas tradiciones de la ciudad de La Paz, y se ha ido extendiendo por muchas otras ciudades del país y del exterior. Es por la candidez de la feria, el trabajo de artesanos y la fe en estos ritos que ha logrado ser parte fundamental de nuestra sociedad y una de las expresiones culturales típicas de este mágico país sudamericano.

EL EKEKO – IQIQU

El Ekeko, o Iqiqu en lengua Aymara, es un dios andino, representado por una pequeña estatua, resultando de la transformación sincrética del dios precolombino de la abundancia, la fertilidad y la alegría, en la civilización Tiwanaku.

La leyenda cuenta que en 1781, el joven Isidro Choquehuanca ofreció una estatua del pequeño dios a su enamorada Paulita, cuando ella se fue a trabajar donde sus maestros Doña Josefa Úrsula de Rojas Foronda y Don Sebastián de Segurola en la ciudad de La Paz. Don Sebastián era entonces gobernador y comandante de armas de la ciudad de La Paz.

Poco después de su llegada a La Paz, la ciudad fue cercada por un movimiento indígena de 40.000 hombres, reclutados por Tupac Katari, para rebelarse contra la corona española. Durante varios meses, la ciudad no podía aprovisionarse y el agua y los alimentos eran cada vez más escasos. Paulita, sin embargo, no sufría porque su novio había sido reclutado en el ejército de Tupac Katari y pasaba las líneas de defensa en secreto, para llevarle comida a su amada.

Paulita, dolida al ver a sus maestros que no tienen suficiente para comer, decidió llevarles su comida sin poner en peligro a Isidro. Ella eligió mostrarles la estatua del dios de la abundancia de Tiahuanaco a sus maestros, quienes, hundidos en la ansiedad y la angustia, aceptaron esta explicación sin quejarse. Agradecieron humildemente a este pequeño dios andino quien, en esa época, era presentado desnudo, con un pene desproporcionado en erección (ya que era el dios de la abundancia, de la alegría y también de la fertilidad).

Después de varios meses de cerco, el ejército español llegó a La Paz y la ciudad fue liberada. La terrible hambre que había sufrido el resto de la población no había afectado al sargento y a su esposa. El Gobernador Don Sebastián de Segurola quizo rendir homenaje al pequeño dios precolombino que los había salvado. Así, la feria que hasta entonces se celebraba el 20 de octubre de cada año (fecha de la fundación de la ciudad de La Paz), se trasladó al 24 de enero. Durante esta feria, vendían o intercambiaban Ekekos. El gobernador, sin ninguna explicación, dio su palabra de honor, indicando que estas figuras traerían suerte a sus propietarios.

Sin embargo, los españoles decidieron cambiar la apariencia del Ekeko, vistiéndolo y eliminando su pene exuberante.

A partir de entonces, la liberación de la ciudad permitió una recuperación de las tradiciones indígenas a través de esta superstición optimista, que se extendió entre todos sus habitantes. Sin pretenderlo, Don Sebastián Segurola lanzó un decreto que destacó en la época colonial y republicana. Desde entonces, la tradición se ha mantenido profundamente arraigada en el ámbito popular y la feria aún existe hoy en día, cada año en enero. Actualmente, el Ekeko es un pequeño dios a quien se ofrece cigarrillos y alcohol (un huequito en su boca está previsto para que pueda fumar) y pequeños objetos que representan los deseos que se piden al dios para que los realice. Por ejemplo, si usted quiere irse de viaje, se lo ofrece una miniatura de avión o un pasaporte,durante la feria.

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