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Año Nuevo Aymara – La Paz

La celebración del Año Nuevo Aymara (ANA) en Tiwanaku fue promovida por intelectuales aymaras citadinos y Organizaciones No Gubernamentales (ONG) ligadas a diferentes iglesias, no así por los comunarios de la provincia Ingavi, según una investigación. A partir de la conformación del Consejo de Amawtas en 1991 se revalorizan con mayor fuerza los rituales ancestrales que coinciden con el Equinoccio de Invierno, el 21 de junio, revela el estudio de la socióloga Elizabeth Andia.

El libro “Suma chuymampi sarnaqaña (caminar con buen corazón en español). Historia del Consejo de Amawtas de Tiwanaku” es el resultado de un trabajo de investigación de 18 años en torno a la celebración, reflexión y debate acerca de la identidad cultural del Año Nuevo Aymara en Tiwanaku. Su abordaje es antropológico, etnográfico y hasta filosófico.

“Lo interesante es que quienes vienen a decirles a los comunarios del Tiwanaku que deben hacer el Año Nuevo Aymara son gente foránea, aymaras citadinos, pero también mestizos. En esto han tenido que ver también ONG como el Centro de Teología Popular (CPT) y el Centro Ecuménico de Promoción e Investigación de Teología Andina (CEPITA), donde trabajaban indígenas y mestizos, intelectuales aymaras de Tiwanaku”, señala la investigadora.

Con el discurso de la recuperación del Pachakuti (el tiempo de vuelta en castellano), dice la socióloga, los “foráneos” convencieron a los comunarios de que “ellos son herederos de culturas ancestrales como la tiwanakota y elaboran un discurso en ese sentido”. Se recomienda invocar a la Pachamama (Madre Tierra) en lugar de la Virgen María y dejar de usar el crucifijo, pero los sabios del Consejo sostienen que independientemente a quien se convoque lo importante es llamar a las energías positivas.

A esta etapa la investigadora la llama “neo-colonialismo”, pues encuentra en el discurso descolonizador de los “foráneos” aspectos colonizadores. Andia diferencia a los amawtas mayores de los menores, en los primeros ubica a los mallkus, maestros yatiris, sabios ancianos y autoridades comunitarias; y entre los segundos, a los aprendices de los yatiris e incluso aquellos que habiendo nacido en Tiwanaku viven en la ciudad y retornan a su lugar de origen de manera esporádica.

Andia señala que a finales de los años 80 el ritual del Año Nuevo Aymara era precedido por la intelectualidad citadina de aymaras y mestizos citadinos, y un originario de nombre Rufino Phaxsi, contra quien se levantan las 23 comunidades del Tiwanaku acusándolo de personalista. El movimiento fue promovido por otro personaje, el aymara Valentín Mejillones.

El año 1991 se conforma el primer Consejo de Amawtas de Tiwanaku con representación de las 23 comunidades. Aunque Mejillones no figuró como presidente ni vicepresidente, la socióloga dice que logra empoderarse sutilmente de este espacio.

Llegado el momento de la posesión de amawtas se presentan tanto verdaderos yatiris o “tocados por el rayo”, como aprendices, donde las 23 comunidades hacen un manifiesto de que la celebración del ANA pertenecería a Tiwanaku, con control social, a fin de garantizar la participación colectiva y el beneficio para todos.

Según la investigación, Mejillones logra tener dominación del Consejo de Amawtas hasta que el año 2010 fue encontrado en su domicilio en posesión de droga. Años anteriores, en 2006, fue el encargado en entregar el bastón de mando al presidente Evo Morales, en un ritual andino. Este hecho, según Andia, no afectó al Consejo porque sus miembros dijeron “le hemos advertido que si iba por mal caminar iba a terminar mal”.

“El plato fuerte de la investigación son 14 grabaciones realizadas entre 1991 y 1992 de los encuentros religiosos de los amautas, de sus ensayos para la celebración y de las reflexiones acerca de su identidad y del por qué debían hacer la celebración”, dice la investigadora. El libro ofrece frases textuales de aquellos encuentros con traducciones del aymara al castellano.

La socióloga señala que la filosofía de los comunarios de Tiwanaku se basa en lo importante que es caminar con buen corazón –de ahí el título del libro–, además de mantener la armonía y la unidad en la comunidad y no dañarse entre sí. El Consejo de Amawtas, a pesar de las diferencias a su interior se mantuvo unido y hoy en día logró su consolidación y reconocimiento a nivel nacional e internacional, lo cual permitió, a su vez, promover rituales andinos y la cultura tiwanakota.

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