Plazuela Callejas.
Foto de Romeo Angelo Roman Anez
La plazuela Calleja y el barrio engloban tradición, historia, emprendimientos, fortalezas y debilidades. Reconocida como el corazón de América del Sur, cobija quizá, a uno de los barrios de antaño expuesto a la modernidad, que todavía nos queda en el centro cruceño. En esta antigua plazuela que tiene una Cruz aunque no tiene capilla, cada 3 de mayo se reza el rosario y la novena. Todo el barrio comparte la buena vecindad. La Calleja es también es un punto de encuentro y alegría donde truena la banda en los carnavales. Es allá donde también la madera y el aserrín fueron testigos de dos chiquillos, Marcelo y Kiti, que al ser hijos de don Tomás Callaú, dueño de la carpintería del barrio, tenían a la mano la noble materia prima que luego Marcelo Callaú la convertiría en obras de arte que partieron desde la Calleja por el mundo, al igual que hoy lo hacen las mariposas talladas de Kiti, la hermana del desaparecido artista. Ellos son de la Calleja como otros tantos buenos ciudadanos de este barrio que decidieron explotar la joyita que son y no quedarse solo como parada obligatoria de las fiestas del carnaval o la festividad de la Cruz, sino que se pusieron manos a la obra para revalorizar la buena vecindad, el sentido de pertenencia a un territorio y la ruta comercial que engloba al menos 70 inversiones privadas en su entorno.
Para ello, los vecinos cada segundo domingo de mes realizan en la plazuela Calleja, una feria artesanal y turística. En junio es la tercera versión. Y, es que la Calleja no solo es un punto de encuentro por la tradición y la historia, sino es el corazón de Sudamérica que merece ser revalorizado como un importante espacio geográfico urbano de Santa Cruz.